Todos los momentos parecen propicios para abordar los aspectos de nuestra vida que requieren cambios. En los inicios del año se acentúa este sentimiento y nos precipitamos a empezar toda clase de dietas, ayunos, ejercicios y técnicas que permitan alcanzar la meta soñada.
Pero, lamentablemente, a menudo preferimos aplazar ese paso decisivo con un “mañana comienzo”. Incluso se logra comenzar…pero al poco tiempo abandonamos. “No tengo tiempo” es la mas socorrida de las disculpas. “Me sentó un poco mal el cambio” es otra. Y la mas descarnada: “me agarró la pereza”.
La consolidación de enfermedades resultantes del sedentarismo, los pésimos hábitos alimenticios y la destrucción del entorno natural no es una cuestión que dé mucho margen de maniobra, las evidencias están a la vista. Pero se encuentran disculpas incluso reforzadas con argumentaciones que suenan fuertes.
Son las formas que asume la evasión de un estilo de vida ecológico y consecuente con lo que se requiere y hacen parte del arsenal de armas destinadas a la autodestrucción en la que nos sumergimos, en muchos casos, voluntariamente.
Sin embargo, la realidad impuesta por la pandemia aceleró en muchos la convicción de que no es posible sostener el estilo de vida que nos trajo hasta aquí. Hemos entendido que se hizo inaplazable tomar decisiones que cambien el rumbo hacia nuevas formas de abordar la vida.
Es urgente superar la desueta fórmula consistente en denunciar por redes todos los males a los que nos compele la sociedad consumista para, a renglón seguido, atiborrarse de todas las sustancias que esa sociedad aborrecida nos sirve, socavando la salud mientras engordan las cuentas bancarias de fabricantes y traficantes. La incompatibilidad de esas actuaciones, una pública que denuncia y otra privada que le hace el juego a las agresiones, comenzando por sí mism@, ha demostrado en la actualidad su inviabilidad.
Se refuerza así la convicción de que este es el momento de asumir a fondo las transformaciones que requiere la situación de la humanidad entera comenzando por nosotros mismos. El año que terminó demostró que los saltos cualitativos en la historia humana son reales. De creer que lo dominamos todo, pasamos en unos meses a confrontarnos con la realidad: un bicho minúsculo nos arrinconó. No lo dominamos todo y no estamos por encima de las leyes poderosas e implacables de la naturaleza.
Es el momento de cambiar el rumbo para establecer un buen modo de vivir entendiendo que si la inteligencia humana permite conocer las normas que rigen el devenir, es impostergable asumirlas como la base de la existencia y de nuestra propia evolución. Es el momento de superar, desde nosotros mismos, la carrera alocada a la que nos someten los estrategas de la mercadotecnia consumista.
Pasar al modo Buen Vivir significa establecer la diferencia entre mantener una condición perenne de ansiedad incontrolada, un estado crónico de supervivencia que aflige y destruye, meta oculta del modelo económico. O entrar en un proceso irreversible de autoconocimiento que conduzca a fortalecer las condiciones de fuerza, buena energía, creatividad, conciencia plena y capacidad transformadora en las que se debe manifestar nuestra existencia.
¡Es el momento!