
Los crímenes de odio están acompañados del discurso de odio, se caracterizan porque atentan contra personas o poblaciones a despreciadas por quienes cometen el crimen.
Se basa esta agresión en “…una supuesta superioridad o un prejuicio, en pretender causar un daño porque la persona o personas a quienes se dirigen las acciones tienen características personales que generan aversión a quien las lleva a cabo por ser diferentes (por regla general) a ésta en dichas características personales.” 1.
Las terribles imágenes que la humanidad está viendo desde la Amazonía son la expresión más concentrada de la arrogancia. Del odio hacia los otros seres vivos. Sean humanos, animales o cualquier otra expresión biofísica de la vida.
Retrata de cuerpo entero la política de desprecio por la Naturaleza y las culturas ancestrales que promueven los gobiernos basados en la retórica de odio.
El triunfo electoral de esas ideas en Brasil (y en otros países) permitieron poner en marcha acciones que aseguran que los indígenas y todos los territorios amazónicos no son merecedores de tanta protección pues su existencia impide el crecimiento económico del país. 2.
Consideraron entonces válido levantar todas las restricciones que limitan la explotación indiscriminada de las región y la debida protección de las poblaciones ancestrales que las habitan.
Bolsonaro convirtió en política pública la persecución de expresiones culturales o religiosas diferentes a las de su gusto. Considera hasta pecaminosa su presencia, porque se opone la visión de “desarrollo” que impulsa, demostrando en menos de un año de gobierno hasta dónde está dispuesto a de llegar.
Es un verdadero holocausto, como lo indicó Marina Silva recientemente. 3.
Pero también son culpables de esos crímenes quienes prohijaron el crecimiento de semejante monstruo. Se han dado cuenta, tarde, que no es sólo un discurso. Es una forma de actuar que ya está pasando cuenta de cobro en vidas humanas. Y en vidas de otras especies: animales, vegetales y de las múltiples expresiones biofísicas de la existencia.
La arremetida contra la Amazonía había comenzado años antes. Tuvo muy variadas formas de expresarse (recordemos a Chico Mendes). Tal cosa ya se sabía antes de elegirlos. No eran sólo expresiones retóricas, habían impulsado antes campañas de odio homofóbico, de odio racial, de odio antiecológico…todo arropado en oraciones evangelizadoras.
Lo de ahora, desde el poder del Estado, es el punto más alto de este crimen continuado contra la humanidad. En especial contra los seres vivos que habitan (o habitaban) el pulmón del planeta. Es la expresión de la codicia humana envuelta en la bandera del nacionalismo y la religiosidad. Y por eso, por conocido y sustentado con toda suerte de argumentaciones falaces, es que se configura como un crimen de odio pues está orientado a exterminar personas y culturas.
La actuación mancomunada de la humanidad contra el despojo de los bienes colectivos, (como el agua, el aire limpio y la comida sana) por parte de una minoría depredadora es ahora una cuestión de supervivencia.
El derecho a vivir sanamente, se transformó en una exigencia inaplazable. Actuar en todos los ámbitos, en lo personal, en lo local y en lo internacional es un deber ciudadano.
Es la única manera de derrotar los crímenes de odio que tan brutalmente nos mostraron estos días las dantescas imágenes provenientes de la Amazonía.
2.https://elpais.com/elpais/2018/12/21/3500_millones/1545397256_606928.html
3.https://elpais.com/internacional/2019/08/24/actualidad/1566665647_341024.html